Premio a la vida y obra
de un periodista


Bernardo Hoyos Pérez

El maestro y @**@cuentero@**@ del periodismo cultural llega a la plaza mayor

Señor expresidente Betancur, señor presidente de Sociedades Bolívar, señor presidente del Jurado, miembros del Jurado, señora ministra, señor procurador y queridísima Ivonne Nicholls, el alma diligente de este premio desde hace 33 años. Quiero saludar también al doctor José Fernando Isaza, rector de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, a sus antecesores, Evaristo Obregón y Jaime Pinzón, y también a Alberto Lozano, quienes creyeron en la universidad y en la emisora, y la apoyaron tanto. Si acaso olvidé a alguien, tengan la seguridad de que le doy un saludo con tanta emoción, como el de Ricardo III antes de la fatal batalla de Bosworth: “Mil corazones palpitan en mi pecho”. Muy queridos amigos, Constanza y Sebastián.

El expresidente Belisario Betancur, en una forma como siempre amable y llena de humor, me presentó, en alguna oportunidad, en una ceremonia académica así: “Bernardo Hoyos ha vivido del cuento y seguirá viviendo del cuento”. Solo que mi cuento llega ahora a la plaza mayor. Llega a la plaza mayor el cuentero y es exaltado, señor presidente y señores miembros del Jurado, con este premio, en el cual siempre pensamos, por qué ocultarlo, quienes hacemos periodismo e invertimos nuestro tiempo en él, como en la vieja propaganda de la Ford de los años cuarenta: “Hay un Ford en su futuro”. Entonces por qué no, lo recibo con inmensa gratitud y con inmensa sorpresa. Y la maravilla es que, si tenemos esa perspectiva y ese sueño, nuestro trabajo será siempre mejor.

No les he dicho todavía nada a todos mis compañeros de la radio cultural universitaria. Ya son 34 las estaciones universitarias en el país. Guillermo Gaviria ha hecho un trabajo admirable al reunirnos a todos. Aunque no transmitimos en cadena —no tenemos esa pretensión—, cada una es una fuerza importante en 34 ciudades, o quizás menos, porque hay ciudades que tienen más soluciones culturales.

Yo me formé en la radio cultural universitaria, como decía Paulita —Paula Jaramillo, presentadora oficial de la ceremonia de entrega de los premios—, mi querida amiga desde hace años, a quien vi prácticamente nacer: “Fue director de la Radio Bolivariana entre 1953 y 1956”, la segunda emisora cultural universitaria del país. La primera emisora había nacido en la vieja Universidad de Antioquia, en el año 1934. Luego se pasó a una frecuencia de onda corta. En el año 1950 nació un mito en la radiodifusión cultural: la HJCK. A mí me causó una profunda emoción. Yo sabía que ahí iba a estar Álvaro Castaño —ojalá llegásemos a sus años con su vitalidad, imaginación y capacidad de creación—. Fue él, con amigos de la radiodifusión cultural internacional, quien construyó un modelo. 

En materia de radiodifusión cultural vino después la emisora de la Javeriana. Luego le siguió la de la Jorge Tadeo Lozano, la HJUT 106.9, la emisora de esa querida universidad que está cumpliendo 25 años y que es la que dirijo. La universidad le ha dado todo el apoyo posible y yo se lo reitero acá y le doy las gracias por haber imaginado o soñado una estación cultural universitaria y haber realizado este sueño con un equipo de trabajo que es constante. Nos entendemos permanentemente. Ellos hacen de todo, como yo trato de hacer de todo. Hacemos reportajes, locución, programación y un boletín. Estamos en contacto con la gente y con nuestros oyentes. Transmitimos las 24 horas.

Pero viendo estos premios, en la realidad de Colombia, yo digo, como decía el poeta, no sé si fue Apollinaire, “para qué hablamos de poesía si no tenemos pan”. Y esa es la durísima realidad, porque las vedettes de las comunicaciones de Colombia, ustedes lo saben, son la violencia y la guerra. Entonces, no deja de ser un oasis de tranquilidad saber que ustedes han pensado en la radiodifusión cultural pues está en todas partes, llega silenciosa a los hogares más pobres, no cuesta nada y no es elitista. André Breton —semejante genio a quien llamaron crítico— resolvió ese problema del elitismo hace mucho tiempo, poco después de su Manifiesto surrealista —en estos días Alan afirmó que André Breton era el Goethe francés, por esa cultura tan inmensa y esa imaginación, y capacidad de subversión creativa—, al decir: “Si en todo fenómeno cultural y en toda manifestación cultural hay un elemento de elitismo, qué tenemos que hacer todos para que el pueblo sea todos los días más elitista”. Y esa es la realidad, ¿por qué negarle la posibilidad de escuchar a Bach o a Duke Ellington o a Stravinsky? Porque esa es la herencia que nosotros hemos recibido y que tenemos que preservar, ahora que la radio es mucho más rápida, instantánea y ligera y más llena de celebridades. 

Estuve leyendo en The New Yorker, en estos días, que el director de una emisora que ha sido muy exitosa en Moscú, Eco Moscú, dijo lo siguiente: “Nosotros no podemos encargarnos ni preocuparnos por las peripecias diarias de la vida de Paris Hilton porque perderíamos muchos oyentes y no ganaríamos ninguno. Nuestra materia ya está inventada”. La radio está inventada desde el año 1922. Poco después, Lou Reed, quien fue creador de la filosofía de la BBC, al encargarse de esta dijo: “Este es un instrumento para la sociedad y la cultura, y nuestra misión es informar, editar y entretener”. 

La información, en el caso nuestro y en el caso de la radio cultural universitaria, es muy relativa porque tenemos poderosas cadenas que informan muy bien. ¿Sabían ustedes que la radio de Colombia está considerada en América Latina e internacionalmente como un modelo educativo? No hacernos bachillerato por radio ni universidad a distancia, pero sí educamos con la materia más noble posible, que es 1a del contacto diario con la música. Y entretenemos también, porque hay música difícil. No creo que sea lo mismo escuchar las Variaciones Goldberg, de Johann Sebastián Bach, que una serie de canciones de Milton Mermikides o de Shakira, o de Ovidio, que se alimenta con las novedades y con la realidad de la buena música rock. 

En una materia muy delicada, de lo que se llama división de sintonía u opinión, yo como en el caso de Breton, también tengo una solución perfecta, y es la que dio Orson Welles, uno de los genios absolutos, no solamente del cine, sino de la radio, cuando creó unas producciones extraordinarias en la CBS de Nueva York. ¿Ustedes recuerdan que paralizó a Nueva York con La guerra de los mundos hace sesenta años? Orson Welles era tan imaginativo que tenía que ir de una estación a otra y afirmaba al respecto: “Me arrepiento de eso porque es un atentado contra la vida civil”, pues alquilaba una ambulancia y se hacía trasladar en ella de una estación a otra para poder cumplir con su horario. También dijo alguna vez: “No sé por qué aparecemos con bajo rating si nos oyen tanto”. Y yo creo que eso nos sucede a nosotros en la radio cultural: nos oyen más de lo que uno imagina. 

Para mí, no hay felicidad igual que cuando tengo que montarme en un taxi —y no me da susto—, le doy la dirección al conductor —“usted me va a llevar a tal parte” —, y entonces él me dice: “Yo he oído su voz o la he visto en televisión”. Fíjense, “la he visto en televisión”. Y le digo: “Bueno ponga la emisora” y me contesta: “No, yo la he oído”. Y les cuento que cuando transito por esta ciudad siento mucha paz, pero a veces me da susto porque pienso que me estoy durmiendo... 

Y quiero traer a cuento lo del sondeo de opinión, porque nosotros en la radio cultural no podemos hacer estudios de opinión. Son muy costosos, valen millones, y yo he llegado a una conclusión: no los necesitamos, porque, aunque a la emisora haya que venderla, se vende precisamente a base de una cosa que se llama en las comunicaciones modernas “una mesa de equidad”, y es la convicción de que los presidentes y los gerentes de las empresas entienden que tienen que devolver a la comunidad lo que reciben de ella en materia de consumo de bienes o de servicios. No ha habido un gerente importante en Colombia que no me haya recibido y que no haya entendido mi cuento, presidente Betancur. Y por eso tenemos una extraordinaria colección de patrocinadores. Hay un problema en lo de las cuñas, yo lo reconozco, y es hasta humorístico. Ustedes dicen: “¿Por qué pasan tanta cuña comercial?”. Es inevitable. Y yo pienso que hay algunas que propagamos nosotros mismos. Por eso, después de oír las Variaciones Goldberg de Johann Sebastián Bach, se oye de pronto la voz noble y angustiada pero a la vez resignada de una señora que se ha quedado encerrada en su casa, pero que da la sensación de que tiene qué comer, que tiene un radio a la mano o un televisor, que está feliz en su encierro y que llama a doña María Eugenia. Y yo pienso después de Bach: “¡Qué bueno volver a un pilar de la tierra!”, como decía Ken Coomer: “Estoy otra vez en el pilar de la tierra porque nos acerca a la realidad en que vivimos”. 

Yo tengo dos o tres palabras más que decir. No me voy a demorar mucho. Tengo muchos deseos de escuchar a Alan y ustedes están esperando que yo termine, pero es que a veces no mido el tiempo. Antes de pasar a lo que les quiero decir, les comento que yo he hecho televisión, y uno de los grandes elogios que me hicieron en los años cincuenta fue lo que aparentemente era una crítica implacable: “Bernardo Hoyos hace en Esta es su vida un programa de una tremenda pobreza franciscana. Y además, lo que hace es radio en televisión”. Espero que le haya parecido buena radio. Y lo de pobreza franciscana, pues resulta un elogio maravilloso porque Francisco de Asís es uno de los personajes de la cultura y de la civilización occidental más notables.

Y recuerden ustedes, además, que cuando llegó la televisión se pensó que nos íbamos a acabar, que ya no habría más radio. Y por el contrario, se volvió más fuerte. Algunos de los grandes programas de televisión del mundo entero son los que llaman talk show, que hacen Margarita [Vidal], Yamid [Amat] y muchos de los colegas. Yo no le he visto nunca a Yamid una imagen de apoyo. No la necesita. No podría ser mejor, y todos los días es mejor. Margarita sostiene sus programas únicamente con el arte de la conversación, que también es televisivo. Lo mismo hacen David Frost, Michael Parkinson y David Brad, por ejemplo, en Inglaterra, y en los Estados Unidos Larry King, a quien ustedes ven todos los días, Barbara Walters y Charlie Rose, de la televisión pública cultural. Lo que hacen es conversar y así están dando una lección de que la radio sí se sostiene en la televisión. Y exagero, sobre todo ahora, con la enorme dificultad de dejar quieta la pantalla, porque cada vez que se ve un noticiero parece que se está viendo una película surrealista, de esas que hacía Buñuel con Salvador Dalí en 1930. 

Pero el gran fenómeno, que no es para ustedes ningún descubrimiento de la radio en la televisión, es el de Bernard Pivot, quien hizo Apostrophes durante muchos años. Después pasó a otro programa. Apostrophes era un programa que se transmitía en la televisión francesa entre las nueve y las diez de la noche, los viernes. Pivot entrevistaba en vivo a escritores y a lectores. Todos los libreros franceses se quedaban en la trastienda, o si tenían una tienda mucho más elegante frente al televisor, porque sabían que los libros de los que se había hablado a las diez de la noche, los libros, que habían sido materia de conversación en esa radio televisiva, se iban a vender inmediatamente. Cambiaban sus vitrinas, y Francia, que es un país modelo de lector, compraba todos los libros. Álvaro Mutis estuvo en ese programa. Fue este no solamente una lección de modelo francés y estructura intelectual, sino también uno de los programas más populares que tuvo Bernard Pivot. De manera que eso de separar la radio y televisión, si uno lo ha hecho, hay que considerarlo y hay que dejarlo. 

Tengo unas palabras de gratitud para mucha gente, no los voy a mencionar porque ya Paulita dijo dónde había trabajado, y a todos ellos les doy mi reconocimiento. Hay algunos que son muy especiales en mi memoria: Julio Nieto me llevó a Monitor; Hernando Londoño apoyó un programa que tuvo una cierta notoriedad, a finales de los años sesenta, que se llamaba La hora nacional de Diriventas; después, el inolvidable Fernando Gómez Agudelo, quien me decía —porque él era un hombre de un humor negro tremendo—: “recuerda una cosa: la única noticia cultural que habrá o ¡qué digo, ya pasó! es la muerte de Picasso. Como ya Picasso murió, ya no tienes de qué hablar en materia de cultura”. Pero resulta que sí había más cosas de qué hablar. 

Yo quiero mencionar también, como testimonio de gratitud, a Diego Fernando Londoño, quien me invitó a un programa de Venevisión, y a Darío Arizmendi quien cambió mi visión de la radio, porque me llevó a Caracol, donde estuve nueve años. Fue un editor siempre respetuoso y alegre. Una vez invitamos a Alex Smith, gran escritor de la revista New York, quien habla muy bien español, y nos dijo lo siguiente: “Yo los felicito porque en medio de este país tan aciago, donde todo es violencia, ustedes hacen una radio alegre y convierten esa radio alegre en una especie de quinta columna de resistencia espiritual”. 

Y después, mi querida gente de la universidad. Alberto Lozano me llamó una vez y me dijo: “Tiene que venir a la emisora”. Y aquí estoy. Estamos cumpliendo 25 años y seguiremos. Ahí seguiremos, porque nos encontrarnos en la recta final del tridecenio. 

Yo nací en la radio cultural y estoy en la radio cultural. Espero que la ruta aún sea larga. No se ha acabado. Y me anima todas las mañanas un poema que le gusta mucho a Álvaro Castaño y que aparecerá pronto en un disco, que tenía preparado como homenaje a la emisora y que se llama La poesía de Porfirio Barba Jacob en 27 voces colombianas. Allí están todas las voces que ustedes se imaginan. El disco aparecerá en noviembre y estoy seguro de que lo recibirán. Perdonen que aproveche, doctor Cortés e Ivonne, esto como una plataforma de propaganda, pero no hay tal porque el disco va a ser gratuito. La portada nos la hizo Fernando Botero. El poema dice: 

Bajo el árbol antiguo el ágora suena,
este día,
este día
haz tu oración,
busca la faenay alégrate en las cosas humildes, alma mía

Ese es el ideal del trabajo diario. Voltaire decía que cada ser humano tenía su oración, aunque no la dijese. Es posible que la dijese en secreto. Álvaro recita ese poema y en qué bella forma en el disco que va a aparecer. Una nota, aunque yo sé que no la quisieran, más que de gratitud, para Constanza y para Juan Sebastián. Constanza, durante 32 años, con ese sentido práctico, ese sentido del humor y esa capacidad de trabajo, ha sido el pilar en la tierra. Jamás ha violado un solo instante del tiempo que yo dedico a lo que tenemos —por qué no, la vida del espíritu—, a mi música, mi lectura, mi búsqueda y búsqueda, en ese sendero a1 jardín del paraíso literario que es En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. 

Sebastián me hizo una entrevista, que es la mejor que me han hecho en televisión. Un director de Inravisión quiso, hace tiempo, que me entrevistara, porque veía que me acompañaba a mis programas. Entonces yo le dije: “Pásame un cuestionario”. Él me pasó el cuestionario. Tenía nueve años. No me preguntó absolutamente nada del cuestionario, y yo le dije: “Cuéntame, ¿qué te pasó?” Me dijo: “Tú me dijiste hace tres años —estaba muy niño, no recordaba—, que cuando en forma extraña te pidan un cuestionario, tú lo pasas con mucho gusto, pero nunca haces ni una sola pregunta de las que hayas pasado”. Eso no significa sorprender. Margarita [Vidal], que es maestra, inquiere al entrevistado en las grietas de su alma y en su intimidad, donde ese nunca ha sido mi propósito, pero seguramente habrá una mayor sorpresa. El futuro, nuestro futuro es este. Louis B. Mayer, el creador del león de laMetro-Goldwyn-Mayer, dijo en alguna oportunidad: “No acostumbro hacer proyecciones, sobre todo, sobre el futuro”. Eso está muy bien. Y Borges, en esa obra maestra que es el Oximarón, que es su literatura y su pensamiento, dijo exactamente lo contrario. Pero los dos puntos se tocan. La historia es el arte de predecir el pasado. 

Nosotros seguimos en lo que estamos. La radio ya está inventada, claro que tecnológicamente se halla ad portas de una transformación enorme. Ya nos llegará la radio digital a Colombia, seguramente, lo único que falta es cambiar todos los aparatos, pero recuerden que en eso tenemos experiencia, porque monseñor Salcedo oía a los campesinos de Colombia en un fenómeno que fue reconocido en todo el mundo: un aparatico con una frecuencia única.

Entonces, la tecnología es diversa pero la materia es la misma: entretener, informar y educar. Y no necesariamente a través de hacer bachillerato, sino de la lección más noble de la quietud espiritual que es la lección de la música. Quiero ya terminar con dos momentos de radio en mi vida. Por eso he querido yo tanto la radio. En 1945, cuando era un niño, yo sintonizaba siempre la onda corta. Tenía una buena antena en Santa Rosa de Osos y un buen radio, y oí de repente, después del 5 de mayo cuando se acabó la guerra, como al día siguiente o a los dos días, una voz en inglés que yo no entendía y esa voz decía: “I saw it all but I can not tell you to know”, —“lo he visto todo pero no puedo contarles nada”—. Después descubrí que era la voz de uno de los grandes hombres de radio y de comunicaciones que hubo en nuestro siglo, en el siglo pasado, Edward Morrow, y que estaba en el terreno mismo del infierno vivo: Auschwitz, el primer campo de concentración al cual llegaba. Pienso en mis colegas de Colombia, que en forma tan triste, todos los días podrían decir lo mismo. Ustedes deben decir lo mismo: “Lo he visto todo, no lo puedo decir, pero hay que decirlo”.

Los confederados están al comando de otro noble general, el general Robert Lee, y les dice lo siguiente: ‘En esta guerra y en esta batalla no hay vencedores ni vencidos. La subversión puede regresar libremente a sus campos y seguir cultivándolos, y nosotros podremos entonces, de nuevo, llamarnos hermanos’”. ¡Que así sea en Colombia!